A pesar de las transformaciones ocurridas durante las últimas décadas, la pervivencia de desigualdades, discriminaciones y violencias hacia las mujeres sigue estando a la orden del día, impregnando y afectando todas y cada una de las esferas de la vida social. Como no podía ser de otra manera, todo este entramado social machista, donde la heterosexualidad es la norma, también tiene un impacto directo sobre la realidad de niños, niñas y jóvenes.
La infancia y la adolescencia, de hecho, constituyen dos etapas fundamentales en la consolidación de la identidad de género de las personas, la cual se concreta en el establecimiento de unas actitudes, roles y expectativas específicas (y bien diferenciadas) en el caso de chicos y de chicas. Los principales agentes socializadores durante estas fases vitales (familia, escuela, grupo de iguales, medios de comunicación…) funcionan como mecanismos de reproducción de esta marcada diferenciación identitaria.
La importancia del ejemplo y la sanción
Pero … ¿cómo se perpetúan y consolidan estas desigualdades y jerarquías de género desde tan pronto? Y … ¿cómo podemos nosotros acompañar con una mirada feminista?
Esta temática es compleja. Descubrirla implica un proceso largo que requiere aprender y desaprender muchas cosas. Conocer cómo hemos ido incorporado los estereotipos, roles y jerarquías de género nos permitirá observar cómo los niños, niñas y jóvenes a los que acompañamos reproducen estos mismos esquemas. Cosas tan sencillas como atender la manera que tienen de moverse, de ocupar el espacio, de jugar y de interrelacionarse, nos hará darnos cuenta de hasta qué punto estos roles y modelos los tenemos interiorizados desde muy pronto.
Es central, por tanto, que tengamos presente la importancia del ejemplo y la sanción: los niños y niñas tienden a imitar y reproducir los roles, actitudes, valores que ven a su alrededor, por lo que, gradualmente, les va quedando muy claro cuál es su papel en el mundo, qué es lo apropiado y pertinente en caso de ser niña, y qué lo es en el caso de ser niño. La sanción social, en caso de no seguir lo normativo, es total: estigmatizadora y generadora de exclusión.
Por eso es muy importante atender a la manera en que nos dirigimos a los niños y niñas, fijarnos en como los motivamos, les hablamos y les proponemos que hagan, jueguen o se relacionen con el fin de abrir una brecha que nos permita comenzar a modificar estas concepciones y roles. Así, por ejemplo, será necesario que evitamos incitar sólo a los niños a la movilidad, la acción y todos aquellos juegos que implican capacidades cognitivo-espacial, introduciendo otras actividades, reflexiones y actitudes. Por el contrario, conviene que dejemos de predisponer a las niñas sólo al juego simbólico y en las actividades donde desarrollen la empatía y el cuidado. ¿Por qué no probamos a intercambiar lo esperado socialmente para cada una o cada uno más allá de nuestro género o sexo?
Romper prejuicios y estereotipos de género: ¡ayudamos a ser más libres!
En esta línea, nuestro acompañamiento puede servir también para romper determinados prejuicios y estereotipos de género que contribuyen a mantener fuertes sesgos de género en el ámbito académico / laboral teniendo en cuenta que, mientras la mayoría de las facultades de ciencias tecnológicas siguen altamente masculinizadas, son las facultades de ciencias humanas, sociales y de la salud (campos vinculados con los cuidados) las que siguen feminizadas.
Y es que diferentes estudios muestran como las chicas tienden a infravalorar su competencia en materias vinculadas a la tecnología y las ciencias matemáticas, aunque acostumbran a tener calificaciones más altas que los chicos durante toda la educación secundaria y post obligatoria. La mentoría puede ayudarnos a hacer que las pequeñas / jóvenes a las que acompañamos sean un poco más libres para decidir cómo ser, qué hacer y qué escoger también en este sentido: hacerlas sentir capaces de acceder a todo tipo de estudios y/o profesiones deseadas.
Amor románti… ¿qué?
Por otra parte, es necesario que prestemos especial atención al modo en que los medios de comunicación, el mundo audiovisual (series, películas, publicidad, música…), los juguetes y los videojuegos, y la cultura popular en general contribuyen no solo a nutrir y perpetuar estos roles y prejuicios de género sino también a sentarlos y consolidarlos sobre un sistema de relaciones violento y fundamentado en el amor romántico y la cultura de la violación. Un sistema enormemente normalizado, que afecta a todo el mundo y del que preocupa mucho su impacto, sobre todo en la vida de los y las más jóvenes.
Estudios recientes señalan que las chicas y los chicos jóvenes toleran mucho más el control dentro de la pareja, interpretando actitudes de posesión como muestras de afecto. Como mentores y mentoras conviene preguntarnos cómo afectan estos mitos, relatos y discursos sobre el amor romántico a los niños, niñas y jóvenes a los que acompañamos, fijarnos en lo que expresan, desean y rechazan:
- ¿qué concepción tienen del amor?
- ¿qué tipo de relaciones sexo-afectivas tienen, a qué tipo de relaciones sexo-afectivas aspiran?
- ¿aceptan abiertamente la diversidad sexual y de género?
- ¿son capaces de identificar situaciones de abuso, agresión y violencia?
- ¿ejercen actitudes machistas y violentas cuando se expresan, actúan y/o se relacionan?
- ¿infravaloran, desprecian o insultan a personas del colectivo LGTBIQ?
- los chicos… ¿objetualizan y sexualizan sus compañeras u otras chicas?
Una reflexión profunda sobre todas estas cuestiones permitirá acompañar a niños, niñas y jóvenes que puedan ser quienes quieran ser y seguir caminando y construyendo un mundo sin desigualdades.
Recursos, actividades y material didáctico para aplicar la mirada feminista al acompañamiento.